dimarts, 29 d’abril del 2014

La campaña de EBLIDA por el derecho a decidir





EBLIDA ha iniciado una campaña de fuerte transcendencia en la que pide para los ciudadanos el reconocimiento del derecho decidir en qué soporte (impreso o digital) leen los libros que pueden sacar en préstamo de las bibliotecas.  Las peticiones de EBLIDA a la Unión Europeason:
  • Que las bibliotecas puedan facilitar a sus usuarios los últimos libros electrónicos (como lo vienen haciendo con los libros impresos) adquiriéndolos a precios justos y en términos razonables.
  • Que todos los ciudadanos, no solo los que lo pueden pagar, se puedan beneficiar del acceso gratuito a los libros electrónicos en las bibliotecas.
  • Que los autores reciban una remuneración justa por el préstamo de los libros Electrónicos al público.


Esto pasaría por un cambio en el marco legal que regula el comercio del libro digital al que uno puede adherirse firmando a través dechange.org.


Hoy se ha celebrado en Barcelona una mesa redonda sobre este tema que, a pesar de la hora, ha suscitado un elevado interés vista la numerosa audiencia que llenaba la sala donde se ha celebrado. Una parte importante del acto se ha dedicado a explicar las características de la plataforma para el préstamo de libros en las bibliotecas públicas que está poniendo en marcha el Ministerio de Cultura y los servicios de bibliotecas de algunas autonomías. Yo me he quedado con tres ideas que voy a intentar desarrollar a continuación.


O ganamos esta batalla o cerramos las bibliotecas

Las bibliotecas cumplen la función social de proporcionar lectura, información y cultura a las comunidades que sirven. Si esto es cierto (y así se ha creído en los últimos 150 años) no pude haber restricciones en el tipo de documentos que la biblioteca ofrezca, ni de contenidos ni de formatos. ¿Podemos imaginarnos que las bibliotecas tuvieran prohibido ofrecer libros de ficción? ¿O no pudieran ofrecer revistas?

El cambio en el soporte en el que la humanidad transmite ideas y emociones no puede comportar una reducción en el acceso de los ciudadanos a la lectura y al conocimiento. Si esto pasa, si lo permitimos, las bibliotecas dejaran progresivamente de ser instrumentos útiles para la sociedad y habremos creado una brecha digital que en este caso será económica (libros digitales para quien pueda pagarlos, impresos para los demás.  


El problema no es solo legal ni tecnológico, es comercial

Des de las bibliotecas no nos podemos mover en la ambigüedad calculada de decir que los libros electrónicos, al ser más baratos de producir, deben ser más baratos para comprar. La cuestión no es el ahorro de la producción digital versus la impresa, sino los retornos comerciales de la venta del libro digital a las bibliotecas. ¿Debe tener el mismo precio un libro digital para un particular que para una biblioteca que puede prestarlo múltiples veces? ¿Las veces que una biblioteca puede prestar un libro electrónico (que no se desgasta) pueden ser infinitas? ¿La compra de un libro digital por parte de una biblioteca puede permitir el préstamo simultáneo a un número indeterminado de usuarios?

Nos gustaría contestar que sí a las tres preguntas, pero, o se encuentra un modelo económico capaz de sufragar los costes de editar (y los beneficios comerciales esperables de esta actividad) o desaparecerán las empresas que corren con los esfuerzos de editar y, por lo tanto, de permitirnos usar libros digitales. En el mundo científico parece que se está creando un modelo alternativo (el lector deja de pagar y pasa a pagar el autor), pero yo no conozco otra opción que la de llegar a un marco de acuerdo entre editores, autores, distribuidores y bibliotecas que regule de forma no totalmente insatisfactoria para ninguna parte el tráfico comercial.


Lo que está en juego no son los objetos que las bibliotecas prestan sino el control del tráfico que generan

Y hablando de tráfico, el que hasta ahora ha sido importante en las bibliotecas ha sido el de objetos (libros comprados, libros catalogados, libros usados). En los próximos años la accesibilidad a la bibliografía recreativa y formativa aumentará por diferentes vías (una de ellas –esperemos- será la oferta de libros digitales que podrán tener las bibliotecas), y con este aumento de la facilidad de acceso disminuirá el valor de los objetos que se intercambian para pasar a aumenta el valor del tráfico en sí mismo.

Hoy algunos servicios de Internet (de hecho, bastantes) son gratuitos por el usuario porqué los proveedores sacan partido del tráfico que se produce en su portal. De la misma forma que hoy para las bibliotecas su tesoro son los documentos que en su momento compró, en un futuro no muy lejano el gran valor serán los datos sobre los usos de estos objetos. Y esto además, tendrá una dimensión mundial.


p.e. En la foto, Glòria Pérez, vicepresidenta de Eblida (y de la CE de IFLA) abriendo la mesa redonda.